Ella es odiada por tantas, amada hipócritamente por muchos, y realmente apreciada por casi nadie. Pasa las mañanas en el gimnasio, las tardes se dedica a su belleza, pelo, uñas, piel…Luego se va de compras y termina tomando un café con alguna de las que dicen ser sus amigas. No dice groserías porque eso no fue lo que le enseñaron sus padres, el alcohol le produce nauseas, a excepción de una sola copa de mimosa los domingos en la mañana con su madre, no soporta el humo del cigarrillo. Viste de diseñadores, siempre impecable. No habla con todos, de niña aprendió a temerle a los extraños. Limusinas, viajes, aviones privados, trescientos pares de zapatos, escoltas. A veces se pregunta porque a su entorno le llaman “la alta suciedad”. Es difícil saberlo a los diecinueve.
Ella se pregunta porque la miran así. No ha hecho daño a nadie. ¿Por qué tantos la critican? ¿Por qué le dicen superficial o plástica? No es su culpa. Es lo que le ha tocado vivir.
Es que casi nadie se detiene a ver la otra cara de la moneda.
El que viva completamente contrario a lo que aprendió en casa, que tire la primera piedra.
